50 (o dos ballenas se encuentran en la playa). Cinelatino Toulouse 2021


Que placer es hablar de una buena película. En este caso la primera del director mexicano Jorge Cuchí nos presente esta cinta en concurso sección oficial. La cinta ya ganó en el 2020 el premio Especial Ciné+ en Construcción y el Premio Films in Progress de Toulouse. Nominada en Venecia 2020.



A veces se puede pensar que las películas hispanoamericanas no tienen punto medio, o son extremadamente buenas o rematadamente tediosas. Este extremo puede ser reflejo de la sociedad de algunos países, donde los extremos están a la orden del día, y  llevarlo a la pantalla es simplemente un acto reflejo. En el caso de "50 ballenas" y como pasa con "Nuevo orden" la locura se apodera del guión, y sin llegar a la distopía de Michel Franco, Cuchí nos muestra como los actos más brutales pueden ser entendidos como un juego de niños dentro de la cabeza de quienes lo cometen. La absoluta impunidad es otra de más marcas de la casa, en este caso de las películas mexicanas, que pareciera que los policías y los políticos no están más que para cobrar la nómina a final de mes sin intentar solucionar los problemas de seguridad del país. Se pudo leer “México registró 4.960 desaparecidos en 2020: el 75% de entre 15 y 30 años y el 90% por crimen organizado” al respecto, tenemos la película ganadora en la pasada Berlinale "Una película de policías" de Alonso Ruizpalacios, o los constantes documentales hablando de esta falta de esfuerzo por buscar a los culpables como en el documental sobre los 43 estudiantes asesinados por la policía en "Los días de Ayotzinapa", "499", o la multi-premiada "sin señas particulares" de Fernanda Valadez. 

Por otro lado, las películas que muestran la corrupción política de México son cada vez más frecuentes, con el, en mi opinión, mejor director de cine de México a la cabeza, Luis Estrada, quien desde el humor (para poder tragar lo que vemos) y con el siempre increíble Damián Alcázar (quien un día dará el pelotazo internacional en línea con Diego Luna, Gael García Bernal,...), ejemplos son casi todas sus películas, desde "La dictadura perfecta" que pasa en el festival de cine latino de Toulouse, hasta "Un mundo maravilloso" o "La ley de Herodes". En un enfoque documental tenemos la cinta recién estrenada "La Vocera" de Luciana Kaplan que se puede ver en el festival Ficunam 2021.




Tras esta entrada, nos centramos en la película de Cuchí, quien nos muestra a un joven Félix, quien vía un chat de su móvil, está jugando el juego de "el desafío de la ballena azul". Este juego tiene un administrador quien envía pruebas a completar, como quemar un coche, hacerse una foto para demostrarlo y esperar la validación del reto. Una vez aceptado, el administrador envió un nuevo reto, cada vez más siniestro, así hasta el número 50 que dá nombre a la cinta. 

En uno de los retos que consistía en encontrarse con otro jugador, conoce a Elisa, quien va por el mismo reto que él. La complicidad inocente entre ambos se forja rápidamente y se convierten en novios. Una palabra que en la cinta tiene mucha importancia, por el nuevo estatus que les dá a sus vidas, el ser novio o novia de alguien. 

Como comenta el director: 

"Vi una noticia en 2017 y me llamó la atención. Es una leyenda urbana que encuentras en internet. Hay cincuenta retos, te exige cincuenta días de vivir intensamente para después morir, porque el último reto es el suicidio. Uno de los retos previos es tener una cita con otra ballena azul, ahí pensé: “Aquí hay una historia”."

La cinta avanza a trompicones, y estos trompicones son deliberados haciendo la cinta deliciosamente apetecible, ya que vemos algunas de las bestialidades que Félix puede llegar a hacer, pero de repente se frena ante la posibilidad de hacer el amor a una chica. La chica, Elisa, provoca los mismo trompicones de personalidad, acelerando en acciones locas pero pidiendo humildemente que la hagan el amor. Esta confrontación de dos formas de ser en público y en privado, dan un ejemplo de la realidad humana, quienes no somos completamente los mismos en un ambiente o en otro. Con estos comportamientos excesivamente pueriles de los protagonistas, el espectador se dá cuenta de la falta de confianza que tienen en sí mismos, o por ende, la falta de valores o apegos a la vida, haciendo perfectamente comprensible que sigan este macabro juego del que no tienen nada que perder, todo lo contrario, tiene un objetivo en la vida, y un sentimiento de pertenencia al juego y a su pareja. 



El realizador es prodigioso con la no captura en pantalla de la cara de los padres, cuidando milimétricamente que no salgan en pantalla sus caras, para no crear un vínculo de unión con el espectador. Solo les encuadra cuando el guión lo exige y no queda más remedio. Este toque magistral de Cuchí hace que la cinta se transforme en una experiencia sensorial, donde no llegamos a sentir la repulsión que deberíamos por ciertos de los actos de Felix y Elisa, y el que hacer o dejar de hacer sentir algo al espectador no está al alcance de muchos directores. De hecho, esta posible falta de sentimientos del espectador, le hace pensar y sentir como los protagonistas, quienes carecen de este sentimiento por problemas de afección, psicológicos, o más gestionados en una adolescencia complicada. Detalle a valorar el dividir la pantalla en ciertos momentos para mostrarnos las vidas paralelas de los protagonistas en sus casas, y la tensión que existe con sus padres.


Los giros inesperados de la cinta, o la espera de los acontecimientos inevitables, están contados de tal forma que el público disfrutará cada minuto de esta cinta, que sin mucho diálogo, consigue mantener al espectador con los ojos bien abiertos. El guión, minuciosamente pensado, para ir mostrando detalles al espectador para que vaya descubriendo, o mejor, uniendo las piezas de este rompecabezas aparentemente sin sentido. Desde las ballenas varadas en la playa, en blanco y negro, donde la protagonista camina desnuda, hasta el título de la cinta, parece no tener sentido, llagando a comprender ambos al final de la cinta cuando sin decirlo, el director nos muestra lo obvio.



De nuevo un gran bravo para las actuaciones de los dos jóvenes: Karla Coronado y José Antonio Toledano, en las que no se vislumbra una sobreactuación y consiguen que el público les mire a los ojos para conseguir saber más de sus personalidades, obteniendo poco a poco empatizar con ellos. 


Una cinta de almas solitarias, que recurren a lo absurdo para sentirse menos solas y encontrar un sentido a sus vidas. Dinámica y visualmente agradable (casi siempre) en la que como un coche de competición, pasa de 0 a 100 en 3 segundos, volviendo a la calma de nuevo. Una montaña rusa de emociones que no se debe perder en el festival.


Opinión: 4,4/5




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