Ricochet. Ficunam 2021



Ricochet es en francés, el impacto repetitivo de una piedra que se tira a un lago, o los sonidos de una bala al impactar en un muro. Ambos son impactos, como la película, impactos suaves y abruptos que dejan al espectador un tanto descolocado.

Del director mexicano Rodrigo Fiallega, compitiendo en Ficunam en la sección "Ahora México".



La historia es en principio sencilla, la vida de un holandés Martin (brillantemente interpretado por Martijn Kuiper) que vive en un pueblo de Jalisco, en Sayula. Tiene una mujer e hija mexicanas, y tras 20 años parece que va a morir allí. Tiene una grave enfermedad por lo que la depresión es su día a día. 

La historia en sí, no tiene mucho más hilo argumental, y aún así no atrapa con sus pequeñísimos detalles del día a día de un pueblo lleno de vida en contraste al interior de Martin. Su nacionalidad, que  desvela cuando habla breves frases en holandés con su hija, también está en las antípodas de la forma de ser mexicana. Desde sus ojos a su pelo, todo es forastero en Martin, y aún así, él se siente en casa donde está. 

Sorprende la facilidad de Martijn Kuiper por hablar español con acento mexicano, y es que vivió varios años en Madrid actuando en compañías de teatro, después se trasladó a México, donde no ha parado de actuar, llegando a obtener el premio en Morelia como mejor actor por esta película.



La cinta es una velada demostración de lo caduco y lo nuevo, de la alegría y la tristeza, mostradas en no ser capaz de arrancar una moto, mientras un joven lo hace con facilidad. Parecería que el destino le está diciendo a Martin que ya no vale, que se retire, y eso es lo que hará, pero no lo hará solo. 

Basado en un acontecimiento que escuchó el director que pasó en Argentina, Fiallega utiliza un atrezo caluroso mexicano para crear su propio mundo de gentileza, donde los vecinos no son meros observadores del otro, si no que se interesan realmente en lo que hacen, de donde vienen, que comen, como están con la mujer, etc. En un mundo holandés, donde la distancia es la norma, Martin parece no haber aprendido del todo las costumbres mexicanas, al ocultar que venía de la farmacia y llamar chismoso a su cuñado. De hecho esta intromisión de unos con otros, es lo que hace grande la cinta, cambiando por instantes el hilo argumental, haciendo que un paseo por el campo se convierta en una cerveza en el bar por encontrarse a un amigo en el camino. O "ayudar"(apartar a la cuneta) a un hombre sin una pierna, a riesgo de no poder volver a arrancar la moto.  Una moto que también juega un papel importante en la cinta, por su ausencia debido a una avería, lo que le permite al protagonista disfrutar de largos paseos, disfrutar del tiempo que se le escapa, disfrutar de sus piernas mientras pueda usarlas.



La repetida táctica del director de incluir un pequeño detalle en varias ocasiones, crea un efecto muy beneficioso para crear una familiaridad del espectador con el pueblo, por ejemplo el repetir que van a cerrar las calles del centro para la fiesta. Una información que no nos importa, que no cambia nada en la película, que ni siquiera vemos en la cinta, pero que está ahí, machaconamente en varias secuencias, y que crea poso siendo parte del grupo selecto que sabe que las calles serán cerradas durante la fiesta. Aquí hay que aplaudir la astucia del director y guionista de la película.



Los paisajes son algo esporádicos en la cinta, pero que cuando aparecen dan un respiro de grata complacencia al espectador, usando un formato 2.39:1 extremadamente alargado para profundizar más en esos paisajes increíbles cerca de la Laguna Sayula. Los encuentros en medio de la pantalla entre el protagonista y algún otro secundario son míticos, y literalmente te quedas "embobado" viendo esa belleza en pantalla grande.


Otro de los aciertos es el cambio de rumbo, desde ver como su mujer nota que los pelos de Martin necesitan un corte y sin pensarlo empieza a cortarlos, al cambio radical que sigue es maravilloso. Nos recuerda a la exquisita cinta de Michel Franco "Después de Lucía". Y es que los estereotipos exteriores, la de que México es peligroso y que Holanda es un remanso de paz, aplicándolo a los ciudadanos, muchas veces no es el caso. De hecho Sayula es un paraíso de vecindad a excepción de los acontecimientos que van a pasar al final de la cinta.



Un gran bravo por la gran dirección y por la impactante actuación de Martijn Kuiper quien carga la cinta a sus hombros, con una penetrante interpretación donde vemos en sus ojos sensaciones que nos acercan al personaje, pero nunca nos permiten entrar dentro de él por el hermetismo de un hombre callado, que no dice, que no habla, que recaba información y la guarda en su cerebro sin que nadie sepamos lo que piensa realmente ni lo que quiere hacer. El quedarnos flotando delante de su alma, sin llegar a traspasarla, es un límite brillantemente medido por el director de esta brillante cinta.


Opinión: 4/5

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