Sin señas particulares. Cinelatino Toulouse 2021
Por fin he podido ver la cinta de la directora mexicana Fernanda Valadez, de la que mucha gente habla y que no ha parado de ganar premios en 2020 , desde "horizontes latinos" en San Sebastián pasando por Sundance o Morelia. En cine latino Toulouse está fuera de competición.
La película sigue a Magdalena (Mercedes Hernández) quien vive en el estado de Guanajuato, en una pequeña parcela que cultiva. La última vez que vio a su hijo Jesús fue hace unos dos meses. Se había ido con un amigo a Ocampo en autobús, y tras pasar la frontera llegar a Arizona. Tras más de 2 meses sin noticias, intenta ponerse en contacto con las autoridades para obtener información. Cuando le dicen que podría estar muerto, viaja a un pueblo fronterizo con la esperanza de averiguar qué le ha podido pasar. Sin embargo, pronto Magdalena se ve inmersa en el laberíntico mundo de los burócratas y los criminales, mientras la verdad permanece siempre fuera de su alcance.
Inspirada en la tradición literaria latinoamericana del realismo mágico, la cinta es una historia salvaje y lenta sobre la esperanza y la desesperanza, donde se juega con la belleza de las imágenes para mostrarnos la crueldad del ser humano. Magdalena descubre esta crueldad en la actitud fría, poco profesional o funcional de los funcionarios que no parecen poder o querer darle respuesta a su simple respuesta de si su hijo está vivo o muerto. Los tramites con los desaparecidos aparentan ser como en una carnicería, donde los cuerpos o son reconocidos y te lo llevas, o la cadena debe continuar y todos los cuerpos deben ser "despachados" para dejar sitio a los nuevos que llegan.
Lamentablemente esta situación contada en la cinta, donde 16 personas desaparecieron (asesinadas o no) de un autobus en la frontera con Estados Unidos, es algo relativamente habitual. Ciertas son las palabras de Michel Franco, cuando decía que en México hay buenos guiones por que se vive una realidad tan compleja que "es una mina de oro". Esta realidad donde policías o militares secuestran y asesinan a 43 estudiantes,como pasó en Iguala, o como se ve en las películas de Luis Estrada donde los carteles y los políticos van a veces de la mano, donde el presidente de México, AMLO, detiene su comitiva para bajarse y dar, literalmente, la mano a la madre del Chapo Guzman. Otro ejemplo es el de Ocampo, donde fue asesinado un candidato a alcalde en 2018, justo antes de las elecciones. Toda la fuerza policial de ese lugar fue finalmente detenida después de que impidieran a la policía federal entrar inicialmente en la zona tras el crimen. Este juego de doble moral de los políticos que son quienes tienen la solución, en donde por un lado se le baila el juego al México violente, sin olvidar al México pacífico (el 99%) que son los que votan, es algo que no ha terminado de dar buen resultado.
Hernández ofrece una actuación desgarradora en el papel de Magdalena, encarnando plenamente la angustia de imaginarse la violencia que posiblemente los carteles han aplicado con su hijo, ese dolor de la una madre que permite que el público empatice con su dolor y confusión ante la situación.
La directora pone en escena a Miguel (David Illescas) quien es un mexicano que ya ha pasado a Estados Unidos, pero que ha sido deportado y ahora busca a su madre a quien a perdido la pista. Se encontrar con Magdalena en México, con la que congenia y comienzan una búsqueda incesante de Jesús, compartiendo juntos como si madre e hijo se tratara, las desilusiones de comprobar la tediosa burocracia de un pais donde las gestión de algunas instituciones no son todo los eficientes que deberían.
Valadez presenta la lacra de la violencia generada por los carteles, pero aprovecha para denunciar de forma implícita la manga ancha de los políticos y las fuerzas del estado con estos grupos. Un país que tiene como vecino al país más poderoso del mundo, donde sería imposible que sucedieran casos como los contados anteriormente, pero que los políticos en vez de copiar deciden culpar de los males de México, sin darse cuenta que Canada también es vecino y no les va mal. La cinta de Fernanda muestra un mundo polarizado que no parece tocarse, los políticos no viven en el mundo de los ciudadanos, los funcionarios no parecen vivir en el de los que sufren la violencia, la policía y los criminales parecen repelerse como aceite y agua, una distopia a pequeña escala que hace que sumado cree fallas en el estado de un pais, sin llegar a ser un estado fallido como algunos quieren denominar a México, o por lo menos, no por el momento.
Esta separación es tan grande que con tal de no pasar mucho tiempo juntos, los funcionarios ( a los que no se les ve la cara) instan a Magdalena a firmar los papeles que declaran a su hijo muerto, pero a menos que lo vea, no puede aceptarlo. Otras familias se encuentran en la misma situación. Los cadáveres quemados son cotejados con el ADN de los padres. Una de esas madres, viendo el desapego de los funcionarios por su trabajo, ofrece dinero a Magdalena para que intente averiguar por sus medios qué le ocurrió a su hijo. La película encadena largas secuencias de seguimiento para documentar su viaje hacia las ciudades fronterizas del norte.
Película recomendable, en donde las escenas son largas con muy escasos diálogos, sorprendiendo un final que el espectador no se espera.
Opinión: 3,5/5
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