The Sadness. Locarno 2021





El canadiense afincado en Taiwan Rob Jabbaz nos trae esta mareante película de terror fuera de concurso en Locarno 2021.

Con artículos de prensa donde indicaban "sin lugar a dudas, la película más salvaje y brutal que verás en este 2021" o premios como a la mejor primera película en el Fantasía 2021, uno no podía pasar de largo el ver esta cinta, y no defraudó a la premisa indicada. La cinta mezcla sabiamente la depravación sexual, los zombies, los virus contagiosos, con la fascinación natural por la violencia, la falta de humanidad y algún guiño a la política separatista y nacionalista de China.



Sin duda, una de las películas de la que la gente hablará este año, y que dependiendo de con quien se vea, habrá que hacer una pausa para que el acompañante vaya un momento al servicio a vomitar. Lo curioso es que la misma persona volverá del servicio pidiendo más "de esta mierda divina" y es que la cinta de Rob es adictiva, no puedes apartar la mirada de la pantalla (excepto para evitar imágenes de desgarros de piel y tendones y así evitar ir al servicio a vomitar una segunda vez). Que grande este Rob que les da a todos los que buscan un cine con límites u ofendiditos del mundo con un calcetín sudado en los morros. Pero el director y guionista no es un mero bombero con litros y litros de sangre para esparcir en los 98 minutos de metraje (que también) sino que utiliza el horror descontrolado del film para plantearnos ciertos temas actuales y que nos dejaran pensando.

Los protagonistas, una joven pareja: Kat (Regina) y Jim (Berant Zhu), salen de casa para ir a trabajar. Un virus se ha esparcido por la región, pero los propios periodistas y YouTuberos no le dan mucha importancia, culpándo del alarmismo a la cercanía con las próximas elecciones. La versión de Iker Jimenez en virólogo y taiwanés aparece en YouTube, pero nadie le hace caso, haciendo que nos preguntemos si son meras coincidencias con la realidad reciente.

El menú de sustos y sensaciones fuertes se abre con una mujer mayor entrando en un restaurante, quemándole la cara a un camarero y arrancándosela después. De ahí para arriba, con puñaladas diversas, cortes en los estómagos haciendo que las calles se llenen de personas con todo el "mondongo" fuera, tobillos descarnados a mordiscos con excesivo detalle de la anatomía del mismo, mutilaciones de dedos, pies, ojos, narices... no deja ningún miembro libre de ser amputado o machacado, utilizando para ello una gran diversidad de métodos de disección del que se podría hacer la versión gore del juego "Operando". 

Las escenas más brutales aparecen en el metro, donde los pasillos parecen interminables, y donde un señor mayor de negocios, Tzu-Chiang Wang, corre tras su presa, la protagonista Kat, de la que se fijó y molestó cuando no estaba infectado y a la que la quiere hacer todo tipo de cosas ahora que tiene la excusa de estar infectado.



El hospital también es uno de los sets más impactantes donde vemos escenas de extrema violencia, con miembros dispersos por los pasillos cual Mister Potato con lepra, y por supuesto la escena más impactante de toda la película, la del ojo de una paciente en el hospital, la escena de la que todo el mundo hablará por transgresora y brutal, una de las escenas en las que es mejor no profundizar más de lo que hizo el propio protagonista para dejar la incógnita abierta al público ávido de cine sin límites, sin tabús, sin buenísimos y todo eso en pleno 2021, parece un lujo pero Locarno apuesta por ello y los espectadores se lo agradecemos. 

¿ Es acaso "The Sadness" un cúmulo de provocaciones, sangre, desgarros y depravaciones ?: no, es múcho más que eso, tras ver la lentitud de algunas de sus escenas sorprende que esta cinta haya sido la primera de su director, demuestra una gran madurez por la forma de rodar, con planos calmados y la falta de repetición de elementos para crear tensión. En algunos momentos los chorros de sangre son tan exagerados que dan un respiro al espectador que comprende por unos segundos que lo que está viendo es ficción. Por otro lado Rob nos muestra una serie de elementos escondidos entre tanta locura como la verdadera fuente del placer por la violencia: en la cinta se muestra que es por causa de un virus que la gente se vuelve violenta, y no solo disfruta causando dolor sino que se sienten en parte culpables llegando a llorar (de hecho llorar era el síntoma inicial de los infectados, según desvela su director en esta entrevista), pero siendo más fuerte las ansias de violencia que la pena que les provoca. Pero al mismo tiempo nos muestra que la violencia es disfrutada por ciertos personajes que la ejercen en la cinta sin tener el virus. Y un tercer elemento transgresor de pantalla que es el público, el cual sin tener tampoco ningún virus, disfruta viendo escenas de violencia delante de la pantalla. 



Los comportamientos faltos de tacto como es el caso del hombre en el metro que se declara torpemente a la chica, llegando a transformarse en un acoso, son otro de los puntos que se exhiben en la cinta y que nos hacen reflexionar sobre la limitación del espacio o de la falta de comunicación entre los asistentes en el metro, no ya por esta escena sino por las consiguientes, donde nadie mueve un dedo para ayudar al resto. La falta de colaboración, el respeto excesivo a no invadir el espacio del otro, incluso cuando a este le están apuñalando repetidas veces. El director parece decir que hay algo que no encaja en esta sociedad donde en ocasiones se nos reprocha inmiscuirnos en la vida de otros, pero cuando no lo hacemos (en el caso de defender a un pasajero del metro) también está mal visto. 

La cinta habla de Taiwan, pero cuando en la televisión aparecen las fuerzas armadas del país, el rótulo que aparece detrás es el de la República Popular de China. Lo que en principio es correcto, para los Taiwaneses ver esto puede escocer al no ver su estado representado como un país. Aquí el resto de los mortales estamos un poco perdidos, pero es muy posible que este pequeño detalle no haya pasado inadvertido para ellos. 



En definitiva, un aire fresco que se agradece por la falta de límites de esta cinta, con actuaciones más que notables, un guión que cautiva, un dinamismo que absorbe al espectador desde el minuto uno, y una dirección de tiempos precisa que hacen de esta obra algo muy apetecible de ver dentro de su género, compitiendo duramente en calidad con las cintas de este género que llegan de Indonesia o Corea del Sur.




Opinión: 4/5

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