This Is Not a Burial, It's a Resurrection. Africlap Toulouse 2021

Lemohang Jeremiah Mosese dirige y escribe esta cinta, una de las escasas cintas que vienen de Lesoto. 

Tuvo buena acogida en la Bienal de Venecia, Locarno e incluso ganó un premio en Sundance.

Quizás uno de los puntos diferenciadores de esta obra es su origen, Lesoto, país del que mucha gente no habrá oído hablar, o que con dificultad sabría situar en un mapa. Y es de entender ya que es un diminuto país de 2 millones de habitantes, dentro de otro país: Sudáfrica. Sus desniveles favorecen la creación de centrales hidroeléctricas que compran con ganas en el país vecino, sobre todo para hacer que Johanesburgo pueda saciar su sed de energía.

Por otra parte, el director de la película vive en Berlín, dejando la pregunta de qué significa que una cinta sea de un país: la procedencia del director, del dinero, del idioma en el que se rodó, la nacionalidad de los actores... al final es un mejunje donde por lo general varios países aportan algo de dinero y al final la nacionalidad de la cinta suele ser la misma de la localización, y si coincide con la del director, se acabaron las dudas. En este caso Lesoto, Sudáfrica e Italia producen la cinta, aunque nadie se atrevería a calificar esta cinta como italiana.

La trama ocurre en un pueblo de Lesoto, donde una mujer mayor, Mantoa de 80 años, pretende defender a su pueblo de ser inundado a causa de la construcción de una presa. La excusa inicial es defender el cementerio donde recientemente ha sido enterrado su hijo, lo que la ha dejado en un estado de ánimo muy bajo. La idea de ver el cementerio inundado la quema por dentro, y no puede permitir que su tradición sea arrasada de esa manera.

Las interpretaciones son flojas en todos los sentidos, por los tiempos y los espacios mal elegidos. En una escena vemos como 4 mujeres de negro con interpretaciones postizas cantan a la puerta de la protagonista en duelo, mientras el cura le cuenta que él tambien perdió a un ser querido, nada en esta secuencia parece natural, parece que al director le gustaba la exotica idea de poner a un cura protestante a la puerta hablando solo. Junto con el formato de 4:3 y el contador de cuentos sobreactuado que aparece tocando un instrumento de viento, hace que al cinta parezca pretenciosa llegando en cierta medida a poderse comparar con "Casa de Antigüedades" por la lejanía aparente del pueblo, la importancia del medio ambiente y la incomprensión de los vecinos en una y de los gobernantes en la otra.

Las escenas que se perciben excesivamente lentas, sobre todo al inicio de las 2 horas de metraje, hacen que el espectador se pregunte cuál es el propósito de esta cinta cuando a los 40 minutos de cinta no parece haber contado nada interesante. El director prefiere desvivirse por los primeros planos de una mujer en cuyas arrugas se puede leer perfectamente el paso del tiempo, y en cuya casa de forma circular y de un azul intenso, el público puede quedarse hipnotizado. Pero el exceso de este uso de imágenes hace que la propuesta termine por cansar. 

Lemohang Jeremiah Mosese se define también como un artista visual, y es que su film guarda muchos paralelismos con otras cintas que ya hemos denominado "contemporáneas" o muchas de la "el nuevo cine gallego", donde lo importante es cómo mostrar las imágenes, olvidándose casi por completo de interpretaciones, guiones, lógica, o ya puestos, olvidándose también del espectador, al que si no le gusta puede irse del cine. Y es que este tipo de películas requieren un esfuerzo previo por parte del público para aprender una base, y llegar a la película con la lección aprendida y sabiendo que significado tiene cada secuencia. El espectador debe aprender a degustar los largos planos en los que no pasa nada que sumados llegan a 2 horas de metraje, deleitarse con los paisajes, las caras, los interiores oscuros, y llegar a descubrir segundos significados ocultos para la gran mayoría de los mortales. Parece que esto mismo fue lo que descubrió el jurado que falló el premio en Sundance. 

Opinión 1,5/5