La jauría. CANNES 2022


El colombiano Andrés Ramírez Pulido, nos ha dejado con la boca abierta, desde el segundo uno hasta el último minuto, a todos los espectadores de la sala Miramar de Cannes, tras el estreno mundial de "La jauría" en la sección La Semana de la Crítica.



Dinamismo puro

Andrés entiende el concepto de dinamismo a la perfección, diferencia entre contar algo lentamente y paulatinamente, diferencia entre aburrir y poner en situación sigilosamente, entre contar de nuevo la misma historia o contar lo que está detrás de esa historia, entre lo que no gusta y lo que gusta al espectador .



Una de las virtudes de esta cinta es contar lo que no estamos esperando, pillarnos "in fraganti". Ser impredecible se valora mucho en contraposición a guiones planos con finales tan abiertos que no lo parecen.

El guión se centra en Eliú, un adolescente que comete un crimen con su amigo El Mono. Lo encarcelan en una cárcel experimental donde la terapia de recuperación es bien distinta a la que podríamos esperar de un centro de internamiento. 

Al cabo de un tiempo, El Mono es apresado y trasladado a la misma prisión que Eliú, chocan dos facciones de la idea de la cárcel: la reconciliación con la rabia, querer mejorar con ser un caso perdido, el bien con el mal. La confrontación llega hasta extremos que provocan un cambio radical en la película.



La violencia está tratada desde una perspectiva posterior, mostrando lo que ocurre con quien la ha experimentado. La violencia es algo innato en el ser humano, según palabras del director, en este caso los jóvenes no son los únicos que la aplican, los padres también la ejercieron antes con ellos, creando una cadena infinita donde la solución para parar esta agresividad no está muy clara.

Según el director, hay tres posibilidades de tratar a los jóvenes delincuentes para que no vuelvan a ser violentos: la mano dura, la terapia dulce, y las experiencias personales dolorosas. En la cinta vemos como la solución de la terapia intenta demostrar que es mejor que la mano dura. Las técnicas de respiración, de no olvidar lo que han hecho, de hacer ejercicio físico, de conocerse mejor...son algunos de los métodos que practica el director con sus reclusos. Los resultados los veremos en la cinta.



Jugar con la forma

Los actores son, en su mayoría, jóvenes sin experiencia actoral previa, Jhojan Estiven Jimenez, Maicol Andrés Jimenez, Miguel Viera o Diego Rincon. El resultado es profundamente creíble, con un papel clave en la excelente dirección de actores del director. 

Los planos e imágenes son un capítulo aparte. Rodada en la región de Tolima, los paisajes son bellos. Lo que hace Andrés Ramírez con ellos es embellecerlos aún más, jugar con las imágenes y crear mundos inmersivos donde el espectador queda atrapado sin remedio.

Como nos contó el director en la entrevista que concedió a este medio: "El cine que me gusta es el cine que me emociona, que me toma de aquí (estómago) y me propone un viaje. El cine que también me interesa es aquel que juega con la forma, que formalmente explora el lenguaje cinematográfico y es lo que hemos intentado en la película."

 Una ventana por donde vemos una habitación en la oscuridad, un juego de luces hacen que el marco de la ventana se transforme en marco de una cuadro tomando vida sorprendentemente. Una discoteca con un solo hombre iluminado e inmovil, mientras a su alrededor la vida continua. Ejemplos parecidos se cuentan por docenas en esta extraordinaria cinta que nos demuestra que con un buen montaje, donde la línea de tiempo no tiene porqué respetarse, con una imaginación desbordante para hacer las escenas básicas especialmente bellas. El cine es eso mismo, utilizar lo que se tiene a mano para transmitir sentimientos, y si puede salir de los planos normales, mejor, como el impactante contrapicado a ras de suelo girando, de la escena donde se está interrogando a los presos.



Belleza estética

Particularmente intrigante es la favulosa obsesión del director con los puntos de luz, lo vimos en la cueva, en la discoteca...los submundos casi imaginarios que provocan esta luz se contrasta con la dura realidad como un juicio por asesinato. 

El sonido y la banda sonora de esta cinta obligan a utilizar Shazam para no olvidar canciones como Les Odeurs Du Cold World (Pierre Desprats), Gaviotas (Moti) o Ella... ella ya me olvidó (Leonardo Favio).


Una primera obra de este joven director colombiano que sorprenderá por su gran madurez y ganas de complicarse la vida grabando lo fácil, de forma complicada, para aumentar la belleza estética. No parece servirle un guión lineal y una cámara en mano. El espectador observará que cada plano está milimétricamente medido, y sobre todo, ésta medida la aplica a la gran distancia que suele haber con los protagonistas, que en ocasiones nos podría recordar a Michel Franco y su "Después de Lucía", en particular en la escena de la piscina.

Opinión: 4,5/5












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