Terrestrial Verses. CANNES 2023


Ali Asgari y Alireza Khatami han creado una obra incómoda, molesta, crítica, punzante…puede que terminen en la cárcel como ya les ha sucedido a muchos en su país. Estos dos directores iraníes se atreven a las injusticias que viven en su país, mientras escuchan por parte de una sociedad occidental de cortas miras, que eso que tienen se llama tradición.


Irán es un paraíso para el cine, obras extraordinarias llegan desde este país, con magníficos actores elegidos con un cuidadoso casting según su valía interpretativa. La censura o autocensura del gobierno no debería ser un aliciente para mejorar la calidad de las cintas, puesto que de unos años a esta parte, en Europa también parece haber una autocensura y las obras no parecen haber aumentado en calidad. Los directores iraníes no hacen cine por dinero, o igual sí, pero uno duda si terminar recluido en tu casa o en una cárcel compensa el dinero. Es por esto, por esta forma desgarradora de hacer cine, mostrando su pasión por mostrar, haciéndonos espectadores de una necesidad que puede ser la última de sus vidas, en obras como “Los hermanos de Leila”, World War III”, Yalda, la noche del perdón”, Hit the road” , y sobre todo, “There is no evil


El confesionario es la cámara

En “Terrestrial Verses” no quedamos defraudados, una cámara fija, varias historias contadas por una sola persona sentada delante de la cámara, una conversación, una situación de poder, el poder del estado, de la sociedad, un terremoto que lo cambió todo. La mirada que nos intentan dar es la del poder, situando la cámara en la posición del interlocutor que pone trabas al ciudadano. Nosotros, el público, tenemos un papel dentro del film, y llegamos a sentir una repulsión extrema en algunos momentos en los que no entendemos cómo somos tan inhumanos, cómo el interlocutor que debería ayudar, pone zancadillas al ciudadano, al que debería de ayudar. 

Unos tatuajes que no permitirán a un conductor obtener su permiso, con una lógica y humor pocas veces vistas en cine, donde con la más absoluta sobriedad el funcionario va pidiendo que muestre todas las partes del cuerpo donde el ciudadano tiene tatuado un poema. La naturaleza humana se va desvelando a cada diálogo, nosotros somos partícipes de los descubrimientos que el propio funcionario hace con su preguntas, unas preguntas que son un arma, una apisonadora, una estrategia para sublevar a una ciudadanía que está obligada a contestar y mostrar sus secretos.

Mostrar el cabello es otro de los problemas que vemos en la cinta, cuando una conductora es pillada conduciendo sin el velo. La falta de lógica desde un punto de vista occidental (eliminando al sector de mente estrecha antes mencionados que lo consideran tradición), pero también desde un punto de vista juvenil que tiene internet con VPNs que les permite ver que hay más allá del muro de su país. 



Aplausos y vítores durante la función

La brillantez de los diálogos solo es posible con mentes privilegiadas, y con más de una, ahí los dos directores y guionistas consiguieron algo complicado, que en un estreno mundial en Cannes, se soltaran vítores y aplausos en el momento en el que la conversación entre una alumna que había sido vista en compañía de un chico, y una profesora que la amenaza con llamar a su padre para denunciarlo, toma derroteros no esperados para la profesora. Un punto de explosión que nos hizo darnos cuentas de la hipocresía del ser humano, de lo mucho que falta por avanzar en el mundo como planeta, de la necesidad que una sociedad occidental (la mayoría de los que aplaudían eran occidentales)  tiene de dejar de mirarse al ombligo y mirar a esas sociedades (dentro o fuera de nuestras fronteras) donde aún no se respetan las más mínimas de las necesidades básicas. 



¿Censura en Irán y en Europa?

El mundo del cine y su censura están también presentes, con Ali (un increíble Farzin Mohades) quien para cumplir con las condiciones del gobierno, comienza a arrancar hojas de un guión que debería estar escrito como el que da las subvenciones desea. Todo parecido a lo que ocurre en otros países, es una mera coincidencia. Una frustración de un director que no parecen haber vivido los dos jóvenes directores de esta cinta, Ali Asgari y Alireza Khatami, de quienes nos preguntamos si pudieron volver a su país o por el contrario se quedaron en Francia. 


Una lección magistral de buen cine desde una idea sencilla (un actor y una cámara), que nos vapulea el alma de un lado a otro, como si fuéramos un edificio tambaleándose en medio de un terremoto, a lo que hace mención la cinta en su parte final.


Varias historias que nos harán darnos cuenta del impacto de ciertas leyes “sin sentido” a ojos occidentales, y que nos provocará unas irremediables e inexplicables ganas de ir a Irán y conocer este maravilloso país con maravillosas personas regido por leyes que no son tan maravillosas.


Opinión: 4,5/5



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