Comandante. VENECIA 2023
Golpe directo el de esta cinta contra la frialdad de los países europeos del norte. Ingleses y sobre todo alemanes de la época de 1940 no salen muy bien parados comparándolos con los italianos.
La cinta nos muestra los periplos de un submarino capitaneados por un venido a místico comandante, Salvatore Todaro, quien existió en la realidad, interpretado por el archiconocido Pierfrancesco Favino.
La segunda guerra mundial pone el escenario propicio para crear obras sobre acciones heroicas a la par que ruines. Con este conglomerado, el director de cine y televisión Edoardo De Angelis intenta hacer una obra que resalte los valores de los marineros (y de Italia), indiferentemente de si son fachas, de un bando o de otro, poniendo a la figura del hombre en el centro.
Misticismo en decisiones y fotografía
Con una fotografía de objetos, primerísimos planos, luces cuidadas hasta la extenuidad, la plasticidad de la obra atrae ella sola. El magnetismo de la actuación de Favino también es otro atractivo en la película, quién consigue ser una figura enigmática, sigue ratios racionales en ocasiones, como se puede ver con las decisiones cotidianas dentro del submarino, junto con decisiones erráticas que parecen ser tomadas por la gracia de un destino que le cobija, aquí vemos las acertadas ideas de dejar a parte de su tripulación en tierra o lo que sucedió con los náufragos del buque enemigo.
Los italianos no son como los alemanes
Hay una clara necesidad de demostrar que los italianos no son como los alemanes, a pesar de estar en el mismo bando, la humanidad que les falta a unos y que quizás les dan los buenos resultados organizativos, la tienen los italianos de sobra lo que puede llevar a una organización desastrosa y no cumplir los objetivos. Un claro ejemplo de esto es la situación en el submarino, pero transportandolo a la vida real, cuando Hitler tuvo que liberar a Musolini de la prisión donde estaba preso, las ideas que le vinieron al alemán fueron precisamente estas, que el país alpino era un desorden y un poco inútiles.
La elección del buque belga es porque Bélgica es una nación que cae bien a todo el mundo, nadie les tiene repulsión abiertamente durante la segunda guerra mundial ni ahora, ya que no participaron en ella y un país donde se consume patatas fritas y cerveza no puede caer mal a nadie. El director utiliza este eje para pivotar sus únicos momentos de humor en la cinta, haciendo la gran diferencia de comida entre un país y otro, que fueron bien recibidos por el público.
Ryanair para evitar otra guerra mundial
Pareciera como si después de tantos años de la segunda guerra mundial, las naciones supieran que son diferentes, supieran que unas miran por encima del hombro a otras y que estas, empequeñecidas tuvieran que defenderse de este ataque de menosprecio mostrando en lo que son buenas, en sus relaciones sociales. Esto mismo que pasaba hace 80 años igual no está tan lejos de los tiempos actuales.
La unión de los pueblos, bien si en un principio puede producir reticencias, al final es la solución a los problemas de odios, parece que lo entendieron en el submarino, e incluso después con la creación de la Unión Europe, y la creación de la mejor arma para la unión y el conocimiento mutuo de los pueblos europeos: los vuelos baratos de Ryanair.
Si bien es una cinta importante por ser la apertura del festival de Venecia, no parece que vaya a pasar a los anales de las obras maestras, principalmente por la aparente falta de recursos al confrontar el submarino con el mar dandole una sensación de falsedad que en momentos baja la tensión creada por el guión. Los actores en su conjunto y el guión mantienen el dinamismo de la cinta, que intenta transmitir un mensaje más interesante de lo que en un principio parece ser.
Opinión: 3,5/5
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