El amor de Andrea. SEMINCI 2023
Manuel Martín Cuenca nos ha sorprendido por thrillers tan apasionantes como "La hija", "El autor", "Caníbal"... por eso sorprende a todos con una historia sencilla, básica, que parece haberse rodado con pocos recursos, con ninguna pretensión en formato 4:3, sin los actores famosos que podría haber en las otras como Antonio de la Torre o Javier Gutiérrez (aunque este último si que está, parece irreconocible). Lo más conocido es el grupo de música que ha creado la banda sonora Vetusta Morla.
La sencillez por bandera es lo que encontramos en esta historia interpretada por Lupe Mateo Barredo, quien tiene el papel de Andrea, una adolescente que quiere conocer a su padre, al que su madre no le deja ver tras el divorcio.
Señales equivocadas
Las constantes señales que vemos en la película como los carteles de empoderamiento del feminismo, nos hacen pensar que veremos un mundo dividido, polarizado, como el que parece imponerse en la retórica de algunos personajes actuales, el de mujeres contra hombres. La constancia de la madre a no querer dejar ver al padre de Andrea, o los chantajes psicológicos a los que parece mantener a la protagonista y a sus dos hermanos, no parecen concordar con una mente fresca que quiere respuestas de primera mano, no pasadas por el filtro de su madre.
La idea es tan sencilla que deja al espectador atónito, tras unos primeros minutos para adecuarse a una forma de actuar un poco robótica, que parece seguir los pasos chivados por un pinganillo para que digan las frases en el momento oportuno. Pero esa "sequedad" en la actuación nos hace de alguna forma, sopesar cada una de las pocas palabras que se vierten en el diálogo, para que quede claro el mensaje: una hija quiere hablar con su padre para saber si la quiere o no.
Cine no convencional
Los cortes un poco drásticos de algunas secuencias, como cuando la abogada sale del colegio y le preguntan a Andrea quién era esa persona, hacen que el espectador se siente incómodo, una sensación necesaria para activarle en su butaca. El humor con el que se salpica el film, gracias a los dos hermanos, hace que el dinamismo lubrique toda la película.
Al igual que en muchas de las películas de Manuel Martín Cuenca, los lugares comunes juegan un papel muy importante, repetir escenas una y otra vez en el mismo lugar, para que el público sienta como familiar la escena. Ocurrió con "El autor" y esa casa de la que el protagonista no salía, o el chale famoso de "La hija". Aquí tenemos lo sucedido en Cádiz, en el colegio, la casa y la sala de espera de la abogada, como puntos de anclaje para la mente del cinéfilo, en donde nos agarramos para calmar la mente ya que no hace falta observar el entorno, centrándonos únicamente en los personajes y (en muchas ocasiones) sus silencios.
Una obra que tiene maestría, complicado de ver sobre todo de alguien acostumbrado a obras de extremo dinamismo, donde todo está calculado para crear terror, miedo, sorpresa... todo eso desaparece en esta nueva película del director andaluz, mostrando que un director bueno hace cualquier tipo de película sin encasillamientos.
Opinión: 4,3/5
Comentarios
Publicar un comentario