No nos moverán: nueva visión del 2 de octubre de 1968 en México
Pierre Saint-Martin Castellanos irrumpió en la escena cinematográfica mexicana con su audaz debut en el largometraje "No nos moverán". En contraposición a las narrativas convencionales, Castellanos desafía las expectativas fusionando elementos de arte y ensayo con una acidez provocativamente comercial.
En un panorama dominado por figuras como Alonso Ruizpalacios o Luis Estrada, reconocidos por su habilidad para entrelazar humor y drama, Castellanos se distingue al unirse a este grupo selecto de directores que trascienden lo comercial sin sacrificar la profundidad artística. Su obra se inserta en la corriente representada este año por películas como "Radical" de Christopher Zalla, desafiando convenciones y abordando temas incómodos.
Masacre
El contexto histórico del 2 de octubre de 1968 en México sirve como telón de fondo para esta trama que se sumerge en lo emocionalmente turbio y lo políticamente explosivo. La Masacre de Tlatelolco, donde el Estado reprimió brutalmente una manifestación estudiantil, se convierte en el catalizador de una narrativa que sigue resonando décadas después, sirviendo como un recordatorio inquietante de la lucha por la democracia y los derechos humanos en México.
La película explora las secuelas de este evento trágico desde una perspectiva ácida, mostrando cómo la matanza de estudiantes sigue influyendo en la vida de los personajes. Socorro, la protagonista de 67 años, emprende una búsqueda implacable de justicia por la muerte de su hermano, convirtiendo su sed de venganza en un acto de resistencia contra un sistema corrupto y opresivo. Su historia encarna el espíritu de una generación marcada por la violencia estatal, desafiando las injusticias arraigadas en la sociedad mexicana.
A través de su narrativa incisiva, el director invita a una reflexión profunda sobre las consecuencias perdurables de la represión política y la lucha por los derechos humanos. La película resalta el persistente trauma colectivo y la búsqueda incesante de verdad y justicia en una sociedad que sigue lidiando con sus demonios del pasado. Esta obra única logra un equilibrio delicado entre el peso de la historia y la ironía mordaz, ofreciendo una experiencia cinematográfica que desafía y estimula.
La elección del blanco y negro como lenguaje visual amplifica la intensidad del relato, destacando la metáfora del pan quemado como un símbolo de amor y sacrificio tergiversado por la protagonista. Este recurso visual agrega una capa adicional de profundidad y significado a la historia, enriqueciendo la experiencia del espectador.
Humor
El humor desempeña un papel crucial al abordar temas profundos y dolorosos de la historia mexicana. Dado el tema serio y emocionalmente cargado de la Masacre de Tlatelolco, el humor sirve como un contrapunto necesario para aliviar la tensión y proporcionar alivio al espectador. Ayuda a equilibrar el peso emocional de la narrativa, permitiendo que el público respire entre momentos intensos.
El humor en esta cinta permite mostrar la humanidad de los 2 personajes principales, mostrándolos en situaciones cotidianas o haciendo comentarios sarcásticos. Esto los hace más accesibles y reales para el público, creando una conexión emocional más profunda como cuando Siddartha pone su brazo sobre Socorro para que no sospechen lo que estan tramando, pero aparentan que están juntos.
La obra consolida a Castellanos como una voz innovadora en el cine mexicano, capaz de ofrecer una visión provocativa y estimulante. En colaboración con su co-guionista Iker Compean Leroux, la película desafía las convenciones narrativas y ofrece una mirada cruda y con humor a la naturaleza humana y su capacidad para encontrar redención incluso en los momentos más oscuros.
Opinión: 4,5/5
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