Polvo serán. SEMINCI 2024

Por David Sánchez

Polvo serán, dirigida por Carlos Marqués-Marcet, es una obra valiente y profunda que aborda un tema difícil: la muerte digna y el fin de la vida en sus propios términos. Esta película, que mezcla el drama, el romance y el musical, encuentra en las interpretaciones de Alfredo Castro y Mónica Molina un eje emocional que guía al espectador a través de un relato conmovedor y lleno de sensibilidad.

La simbiosis interpretativa: Castro y Molina

Lo que verdaderamente destaca en Polvo serán es la extraordinaria simbiosis entre Alfredo Castro y Mónica Molina. Sus actuaciones no solo son el corazón de la película, sino que son capaces de transmitir todo el peso emocional de un amor que se sostiene incluso hasta la muerte. Castro, con su contención habitual, expresa el dolor y la devoción de Flavio de una manera profundamente humana. Mientras tanto, Molina brilla como Claudia, una mujer decidida y llena de fortaleza que, pese a enfrentarse a una enfermedad terminal, mantiene su dignidad y control sobre su destino. Juntos, logran una transferencia emocional tan intensa que el espectador se siente arrastrado por la profundidad de su relación, acompañándolos en ese viaje final.

La importancia de la danza y la música en el camino hacia la muerte

Uno de los aspectos más sorprendentes de la película es el uso inesperado de la danza y la música para hablar de la muerte. La banda sonora, compuesta por Maria Arnal, y las secuencias de danza ofrecen un contrapunto lírico al drama que se desarrolla en pantalla. Estos momentos no solo añaden una dimensión estética a la película, sino que también subrayan la forma en que la vida, incluso en sus últimos momentos, puede encontrar belleza y expresión artística. La danza aquí no es meramente decorativa, sino una forma de comunicación con lo inevitable, un recordatorio de la fragilidad y la poesía del fin.

Humor y cotidianeidad en el sello de Marqués-Marcet

Fiel a su estilo, Marqués-Marcet introduce humor y comentarios cotidianos a lo largo del filme, elementos que ya han caracterizado sus trabajos anteriores (Los días que vendrán, Tierra firme, 10.000 km....). Estos momentos de ligereza son un respiro necesario en una película que trata sobre la muerte, y logran equilibrar el tono dramático sin desentonar. Los diálogos familiares y las interacciones sencillas aportan una cercanía que permite a la audiencia conectar con los personajes de manera más auténtica.

Dinámica y ritmo: una espera inevitable

La estructura narrativa de Polvo serán se siente dividida en dos actos muy claros. La primera parte es dinámica, con una constante progresión hacia el viaje final de Claudia y Flavio. Sin embargo, la segunda mitad se desacelera notablemente. Este cambio de ritmo podría sentirse como una pausa demasiado larga, pero en realidad sirve para colocar al espectador en una situación similar a la de los personajes: una espera inevitable hacia lo que está por venir. Este recurso refuerza el peso emocional del filme, destacando la angustia de la espera de la muerte.

El amor que perdura hasta la muerte

Uno de los mayores logros de Polvo serán es su capacidad para transmitir un amor que perdura hasta la muerte, aunque ese final sea elegido de forma consciente. La relación entre Claudia y Flavio, forjada durante más de cuarenta años, es un ejemplo claro de cómo el amor, incluso frente a la muerte, puede ser un ancla de esperanza, consuelo y fortaleza. Esta exploración del amor en su forma más madura y desgarradora es, sin duda, el motor de la película.

Este film es sin duda digno de su nominación a la Espiga de Oro en la Seminci que se sabrá el 26 de octubre.

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