Crítica Flow. PÖFF 2024

 

Por David Sánchez

Flow, dirigida por el talentoso cineasta letón Gints Zilbalodis, es una obra animada que atrapa desde el primer momento, incluso con sus limitaciones técnicas. En esta película, un gato negro de ojos amarillos, ordinario pero lleno de carisma, se embarca en una aventura épica en un mundo postapocalíptico dominado únicamente por animales. La historia, contada sin palabras, transmite con fuerza emociones y mensajes universales a través de los gestos, las acciones y la interacción entre las especies.


El diseño visual de Flow tiene puntos altos y bajos. Si bien el pelaje de los animales está notoriamente poco trabajado, lo que podría parecer una limitación técnica, esto parece deliberado, permitiendo que el enfoque se centre en otros aspectos como el carácter de los personajes u otros aspectos visuales deslumbrantes, como los reflejos del agua, el movimiento de las hojas y las texturas de los paisajes. Estos elementos están logrados con un nivel de detalle que roza lo hipnótico, haciendo de la experiencia visual una verdadera delicia.

La narrativa sigue al gato protagonista en su travesía para ayudarse a si mismo, pero a la vez a un grupo diverso de animales a escapar de las secuelas de una gran inundación. La unión entre los animales y su lucha colectiva para enfrentar un desafío mayor da lugar a múltiples reflexiones. Cada especie tiene su personalidad inherente, pero el director logra transmitir también la individualidad de cada personaje, algo poco común en películas animadas. Desde lemures ingenuos, capibaras perezosas, hasta una majestuosa ave y un perro labrador confiable, los animales reflejan emociones y comportamientos que conectan con el espectador de manera profunda.

La película plantea grandes cuestiones a través de su trama aparentemente sencilla. El tema del cambio climático subyace a la historia, pero no desde un enfoque dogmático, sino como algo natural, inevitable. Flow aborda la idea de adaptarse al entorno en lugar de intentar controlarlo, como sugiere el título. El mensaje de "fluir con la corriente" se convierte en una metáfora poderosa sobre cómo enfrentar los retos de la vida, ya sea en un bote improvisado o escalando edificios en busca de refugio.

En términos narrativos, Zilbalodis estructura la película como una serie de etapas o pruebas que el gato debe superar, evocando una sensación de odisea. Estas aventuras están impregnadas de dilemas morales, como la decisión de salvar a un grupo de perros hambrientos que podrían poner en peligro la supervivencia del grupo principal. Este momento, entre otros, establece paralelismos con debates sociales actuales, como la inmigración y la gestión de recursos, elevando la película más allá de una simple fábula animada.

La música, co-compuesta por el propio Zilbalodis junto con Rihards Zaļupe, juega un papel crucial en la atmósfera de la película. Aunque Flow es una obra muda, la banda sonora suple con creces la ausencia de diálogos, guiando al espectador a través de las emociones y las tensiones de cada escena. La música no solo acompaña la acción, sino que refuerza el carácter casi místico del mundo que habitan los personajes.

Aunque Flow no oculta ciertas limitaciones técnicas y su ritmo pausado podría no ser del gusto de todos, logra cautivar con su estilo distintivo y su capacidad para comunicar ideas profundas a través de una simplicidad aparente. Es una película que demuestra que la animación, como bien señala Guillermo del Toro, no es un género sino una técnica con posibilidades infinitas, capaz de explorar temas tan complejos como la colaboración, la supervivencia y la compasión.

La obra de Zilbalodis no solo destaca en la Baltic Film Competition del Festival PÖFF de Tallin, sino que también ha ganado más reconocimiento internacional, compitiendo en festivales como Annecy o Cannes, y obteniendo una nominación para los European Film Awards así como candidata para los Golden Globes. Flow se ha convertido en la película de animación del año, para desgeracia de Robot Salvaje, y es un recordatorio de que las grandes historias pueden contarse desde la animación, y que incluso los recursos limitados pueden dar lugar a un cine profundamente significativo.

En definitiva, Flow es una experiencia visual y emocional única, que reflexiona sobre nuestra relación con la naturaleza, la adaptación y la convivencia. Una película que demuestra que, a veces, la simplicidad bien ejecutada puede ser extraordinariamente poderosa.

FIN

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