Pablo Larraín continúa su obsesión con la biografía cinematográfica, esta vez centrando su mirada en María Callas . A estas alturas, su estilo se ha vuelto una fórmula repetitiva: ángulos majestuosos, ritmo lento hasta el sopor, y una reverencia casi religiosa hacia sus personajes, que en María llega a extremos agotadores. Más que una película, esto parece un ejercicio de adulación tanto hacia la figura de la diva como hacia la maquinaria de Hollywood que respalda a Angelina Jolie. Larraín parece incapaz de apartarse de su zona de confort, entregando otra biografía que sustituye el alma por estética vacía. Si en Spencer o Jackie lograba algún destello de profundidad emocional, aquí todo se queda en la superficie. Lo más decepcionante es la falta de valentía narrativa: la película simplemente se dedica a embellecer la figura de Callas sin aportar nada nuevo ni reflexivo. Además, la obsesión por la "majestuosidad" visual termina sofocando cualquier posibilidad de dinamism...