Crítica: Cinco de septiembre
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Por David Sánchez
En Cinco de septiembre, dirigida por Tim Fehlbaum, se vuelve a visitar uno de los episodios más trágicos y polémicos de la historia de los Juegos Olímpicos: el atentado en Múnich de 1972. Sin embargo, lo que podría haber sido una oportunidad para ofrecer una nueva perspectiva o para profundizar en los matices éticos y políticos del evento, termina siendo una película plana y previsiblemente orientada hacia un retrato heroico y poco creíble de los periodistas estadounidenses.
Es difícil abordar esta película sin mencionar que ya hemos visto esta historia múltiples veces, y de formas más interesantes y ambiciosas. Películas como Munich (2005) de Steven Spielberg ofrecieron una exploración psicológica y política que trascendía el evento, mientras que documentales como One Day in September (1999) lograron capturar la crudeza y la tragedia de los hechos con una honestidad que esta nueva entrega ni siquiera intenta alcanzar. Aquí, la narrativa se limita a un punto de vista estadounidense, casi propagandístico, que poco aporta al entendimiento de un evento que, por su complejidad, merece mucho más que un simple sofrito de clichés.
El reparto cumple con lo mínimo requerido con Peter Sarsgaard, John Magaro, Ben Chaplin o Leonie Benesch, pero no hay actuaciones memorables que eleven la película. Los personajes son arquetipos tan desgastados como el traje setentero que visten: el periodista idealista, el cínico pragmático y, por supuesto, el estadounidense ingenioso y bondadoso que grita lo suficiente como para cambiar el curso de los acontecimientos. La dirección de Fehlbaum parece más interesada en recrear el vestuario y la ambientación que en construir una narrativa sólida o en sacar el máximo partido a sus actores. Este enfoque superficial deja la sensación de que la estética importa más que el contenido, un pecado imperdonable para una película que aborda un evento tan significativo.
En una película basada en un evento de alta tensión, el fracaso de Cinco de septiembre es evidente: desde mi punto de vista no logra generar intriga ni mantener al espectador al borde del asiento. Las escenas clave, como la irrupción de las fuerzas armadas en un estudio de televisión, se sienten forzadas e inverosímiles. Resulta difícil tomarse en serio un momento en el que un periodista logra detener a soldados armados simplemente alzando la voz. Este tipo de escenas, lejos de añadir dramatismo, solo resaltan lo superficial del guion y su necesidad de ensalzar, casi absurdamente, a sus héroes estadounidenses.
Si algo queda claro es que Cinco de septiembre no está a la altura de otras películas del género. A diferencia de títulos donde hay secuestros como Argo (2012), que logró mantener un equilibrio entre tensión, dramatismo y fidelidad histórica, esta entrega parece perderse en su necesidad de agradar a una audiencia que probablemente ya ha visto todo lo que aquí se ofrece, pero mejor contado.
La película no es solo otra película sobre el atentado en Múnich; es un ejemplo claro de cómo Hollywood (o, en este caso, una coproducción alemana-estadounidense) a veces recicla historias sin añadir nada nuevo ni significativo. Con actuaciones funcionales, una trama predecible y momentos que rozan lo absurdo, la película queda relegada a ser una obra olvidable en un año que, si esta es su representación en los Oscar, promete poco.
Es irónico que una película sobre un evento tan impactante logre ser tan intrascendente. Si algo destaca esta película es su capacidad para recordarnos cuánto mejor se han contado estas historias antes.
Opinión: 2,5/5
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