Crítica: Wicked: Parte Uno
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Jon M. Chu ha convertido el clásico musical Wicked en una ambiciosa fantasía cinematográfica que mezcla elementos visuales y narrativos contemporáneos. Sin embargo, mientras la película deslumbra en varios aspectos técnicos, como el vestuario y la dirección artística, su mensaje parece diluirse entre un exceso de simbolismos y una insistente agenda que busca complacer a todos.
La película aborda temas como el prejuicio, la dualidad moral y las contradicciones sociales, todo ello en el contexto de Oz. Las figuras de Elphaba (Cynthia Erivo) y Glinda (Ariana Grande) encarnan arquetipos opuestos: la marginada incomprendida y la privilegiada superficial. Aunque sus actuaciones son sólidas, especialmente la de Erivo, quien dota a Elphaba de una emotividad genuina, el guion no les permite explorar a fondo la complejidad que sus personajes prometen.
Es evidente el esfuerzo por modernizar la narrativa. La inclusión de elementos "woke", como la diversidad racial y de género en el reparto y el diseño de vestuario, es bienvenida y refleja la evolución cultural. Sin embargo, en algunos momentos se siente más como un guiño superficial que como una integración orgánica a la historia.
El filme parece tomar prestados elementos de otras grandes producciones, como la sátira social de Barbie y la magia de Harry Potter. Aunque esto podría enriquecer la propuesta, termina restándole identidad propia. Por ejemplo, la representación de Elphaba como una figura incomprendida con paralelismos políticos resulta interesante, pero el enfoque carece de la sutileza necesaria para evitar que la película parezca moralizante.
Por otro lado, las escenas de magia, que deberían ser un punto álgido, se sienten derivativas. Las varitas y los hechizos recuerdan demasiado al universo de Hogwarts, dejando una sensación de déjà vu.
La película brilla en aspectos técnicos: el vestuario es un deleite visual, con diseños que mezclan lo clásico y lo contemporáneo, y la banda sonora, aunque abrumadora en ocasiones, captura la esencia épica del musical original. Sin embargo, su duración de más de dos horas pone a prueba la paciencia del espectador, especialmente en un primer acto que se extiende más allá de lo necesario.
Otro punto destacado es el diseño de personajes. La actualización visual de Elphaba, aunque polémica para algunos puristas, funciona bien en este contexto. Sin embargo, se echa de menos la gran nariz clásica de la Bruja Verde, un símbolo icónico que habría añadido un toque nostálgico.
Por otro lado, la relación entre Elphaba y Glinda, que debería ser el corazón de la historia, se siente apresurada y carente de profundidad emocional.
Wicked: Parte Uno es una película que entretiene y deslumbra visualmente, pero no logra alcanzar todo su potencial narrativo. Su insistencia en abordar temas contemporáneos, aunque valiosa, a menudo parece forzada, y su inspiración en otras producciones termina opacando su propia identidad.
A pesar de sus fallos, Wicked es una experiencia cinematográfica memorable, especialmente para los amantes del género musical y los fans del material original. La promesa de una segunda parte deja la esperanza de que los elementos que aquí flaquean puedan redimirse, permitiendo que esta historia alcance las alturas épicas que merece.
Opinión: 4/5
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