Pipiolos. SECIME 2025

Por David Sánchez
Daniel Sánchez Arévalo, que para este medio es el mejor director español del momento, vuelve a clavar una historia con Pipiolos. Si ya te conquistó con La gran familia española, Primos, Gordos, AzulOscuroCasiNegro o Diecisiete, aquí no baja el listón. Este cortometraje, que se llevó el Premio Especial del Jurado en la Semana del cine de Medina del Campo, SECIME 2025, es un puñetazo emocional disfrazado de sencillez. Dos madres, Pilar e Isabel, y sus hijos de 13 años, Mario y Jaime, atrapados una semana en una casa rural. La misión: que los chicos acepten que ahora son hermanos, que sus madres están juntas, que esto es la nueva normalidad. Pero, claro, las cosas no son tan fáciles, y Sánchez Arévalo lo sabe.  

El guion, escrito por él mismo, tiene esa habilidad suya para meterte en la cabeza de los personajes sin que te des cuenta. No hay grandes discursos ni momentos lacrimógenos, solo la vida tal cual: incómoda, real, a veces divertida. Los roces entre los adolescentes, las miradas de las madres que dicen más que las palabras, el silencio que pesa. Todo está medido. Explora cómo se conecta una familia recompuesta, pero no te da respuestas masticadas. Te deja pensando en las mil formas de aceptarse, o no.  

Y luego está el reparto, que es un acierto tras otro. Marta Etura y Nur Levi cargan con el peso emocional como si nada, con esa mezcla de fuerza y fragilidad que siempre aportan. Los chavales, Diego García e Iker Ruiz, son un descubrimiento: naturales, creíbles, como si no actuaran.  No hay fisuras, todos están donde tienen que estar. Daniel es conocido por haber descubierto a estrellas y estos jóvenes actores deberían tener buena suerte en el futuro, pensar que Antonio de la Torre, o Quim Gutierrez fueron "descubiertos" por el director y mira donde llegaron.

La dirección de Sánchez Arévalo es puro instinto. Sabe cuándo acercar la cámara cuando los chavales están hablando en la piscina, o como alejarse cuando hay que mostrar que están vigilados, sabe dejar que respire la escena, cómo sacar oro de lo cotidiano. La casa rural se convierte en un personaje más, con sus rincones que atrapan las tensiones y los pequeños avances. No necesitas fuegos artificiales cuando tienes a alguien que entiende tan bien el ritmo y las emociones.  

Pipiolos no es solo un corto, es una lección de cómo contar una historia sin gritar. Habla de familia, de amor, de crecer, pero lo hace a su manera: sin forzar, sin adornos. Por eso se llevó ese premio, y por eso Sánchez Arévalo sigue siendo el rey de meterte en sus mundos con cuatro pinceladas, igual falto del humor que suele caracterizar sus largos, pero siempre con ese toque cercano entre un dúo masculino como ocurrio con Diecisiete. Si no lo has visto, dale una oportunidad. Te va a enganchar, te va a revolver un poco, y te va a dejar con ganas de más.  

Opinión: 4,5/5

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